sábado, 28 de agosto de 2010

LA VERDADERA DIMENSION DE LA SALUD

El ser humano, desde los tiempos más remotos ha generado enfermedades y síntomas diversos, fruto de desajustes que se inician en planos más profundos e invisibles de su ser, pero que acaban manifestándose en su cuerpo físico. Esta manifestación es desde dónde debemos partir, para intentar llegar al origen del problema, porque sólo desde ahí es posible una sanación completa. Sin embargo, a lo largo de este camino podemos necesitar distintas herramientas, que pueden ir cambiando conforme vamos acercándonos más a nuestro estado natural, que es el estado de salud. Los que consagramos nuestra vida al estudio de la salud y la enfermedad tenemos la responsabilidad de no descartar ningún enfoque terapéutico, presumiendo de que uno es más válido que otro. Cada persona es distinta,  vive su dolencia de manera diferente, y tiene necesidades propias. Una migraña, una gastritis o un lumbago pueden y deben ser personalizados, porque aunque la etiqueta es la misma, la persona que lo sufre es única. Y ahí no valen dogmas. Solamente acompañar, orientar y aplicar aquéllo que, desde el corazón, creemos que será lo mejor para esa persona, en ese momento de su vida, con los recursos de que dispone y de que disponemos nosotros. 
Pese a todo, lo que no debemos olvidar es que las terapias o tratamientos son importantes, pero más importante todavía es revisar el estilo de vida que llevamos. Cómo vivimos: cómo nos alimentamos, cómo dormimos, cómo respiramos, cómo pensamos, cómo respondemos a los eventos de la vida, cómo sentimos, cómo nos comportamos hacia nosotros mismos y hacia los demás. Cuáles son nuestras motivaciones, qué nos mueve a hacer algo. Cómo son nuestras decisiones. Qué evitamos y qué buscamos. De qué huimos, qué nos da miedo. En definitiva, curarse implica algo mucho más profundo que erradicar un síntoma, tarea más o menos factible con todo el arsenal terapéutico que ofrece la alopatía, por ejemplo,  hoy en día. Pero eso no es curarse. Curarse pasa por revisar el estilo de vida. Todo ello se acaba convirtiendo en un proceso de aprendizaje, en una relación que va más allá de la relación terapéutica, y donde tenemos todos la oportunidad de crecer. Crecer y comprender, en definitiva, expandir consciencia. Y con ello la posibilidad real de sanar.